LA REALIDAD: ESE MONSTRUO

La realidad en la que hoy vivimos es extremadamente dura, oscura y complicada.
Una realidad que se viene forjando desde hace cuarenta años, sobre un pilar imperfecto llamado Constitución Española, y cuyos garantes, han sido de todo menos responsables.
La comodidad, la ineptitud, el desdén, la ignorancia, o simplemente la maldad, han ido socavando los valores de nuestra Nación hasta un punto muy cercano a su disolución.
Una realidad, la Española, colonizada por representantes sin escrúpulos de una sociedad dormida tras años de benzodiacepinas administradas a chorro por sus medios cómplices de comunicación.
Éste, y no otro, es el comienzo de nuestra partida.
Don Pelayo murió hace muchísimo tiempo. Isabel y Fernando, también. Ya no somos aquella tierra de conquistadores, donde cuatro desarrapados buscaban fortuna propia y colectiva, dejando todo atrás para embarcarse en viajes inciertos. Tampoco estamos en la España de los 70, que por fin despertaba, y que aunque no fuera Camelot y tuviera importantes deficiencias, contaba con una sociedad mucho más homogénea en valores y actitud.
El destino de la realidad que nos ha tocado vivir, lo rigen andaluces rencorosos que siempre quisieron ser señoritos, gallegos acomplejados o galanes de telenovela de sobremesa.
Hemos cambiado la carabela o Flandes por seis años en casa de papá, mientras estudiamos para sacar una oposición a funcionario del Estado.
Y esos valores que tanto maravillaran, llegando a ser admirados por el mundo entero, cada vez más escondidos en nuestras cadenas de ADN, tan sólo sirven ya para sumirnos en la melancolía de glorias pasadas.
Si queremos gloria, y quien dice gloria dice sobrevivir, habremos de ser nosotros, con las herramientas de las que disponemos, quienes lo busquemos.
Tendremos que aprender a luchar contra el sistema, desde dentro y desde fuera.
Se nos obligará a un esfuerzo extraordinario de quien no quiere que nada cambie.
Nos acosarán. Nos querrán callar.
Intentarán, como siempre, dividirnos. Etiquetarnos dentro de unos marcos ideológicos minúsculos, donde no puedan caber más de dos mentes.
Y con todo ello, diluir lo importante: los valores fundamentales que nos unen, y que tantos recursos han volcado en destruir.
Puedes correr. Te puedes esconder al abrigo del autoengaño. Cerrar los ojos. Incluso tratar de moldearla.
Da lo mismo.
La realidad siempre te engulle.
Sólo con cabeza y generosidad para con un objetivo mayor podremos construir la realidad que queremos.
Y el primer paso para ello es entender dónde estamos.
Sin miedo, ya que aceptar la realidad, no es rendirse; es colocar la primera piedra en el camino de la victoria.